miércoles, 13 de noviembre de 2013

La Noche de Magdalena.

Hoy es una de esas noches. Inevitablemente, ya nadie podrá detenerla. Una bestia lenta, ciega y negra más grande que todos nosotros se sienta sobre nuestros hogares sin tomar en cuenta nuestro sueño y nuestros miedos, nos mete a su piel, nos movemos por su sangre, somos su sangre. Es una de esas noches que llenan de lujuria a los hombres, que los llenan de perfume por el pecho hasta tocar su corazón, y les cosquillean la punta del miembro y les seca la garganta. Es de esas noches que despiertan a las mujeres y a las madres con olores y silencios, con roces fríos las invitan a calentarse, a levantarse descalzas para seguir al demonio que siempre las enamora, al niegan de día pero obedecen de noche. 

Así es como la noche se llena de vida escapándose, levantando su cabeza de la axila de Dios, ya al oír sus ronquidos se viene a celebrar con nosotros como pecadora nerviosa, así se vuelve eterna alimentándose de nuestra eternidad.

Hoy nadie duerme sino les lanzamos pesadillas, risas de viejas, o rostros de señores. Parece como si alguien bajara al mundo y se nos avisara para recibirlo, para platicarle y no dormirnos, para que saquemos de nuestra carne nuestros deseos más escondidos, los más necios y obstinados deseos que nos hacen morbosa la noche. A lo lejos suena la cumbia y las luces, los suelos están sucios y las familias borrachas. Los niños solos en su cuarto, ahí en el terrible color de sus paredes, en la frialdad interminable de sus sabanas, y de sus pies.

Iván Lavín


jueves, 3 de octubre de 2013

Los Feos.

Fiesta afuera de la casa de mi primo, han colocado una lona, se ha cerrado la calle, trajeron sonido, han llegado todos los de la colonia. Ya son las tres de la mañana, el mantel está sucio, manchas de mole, las botellas vacías, platos olvidados con pollo frío; las sillas desordenadas. Ya todos bailan, la gente está gritando sin entenderse, comienzan a jalonearse y abrasarse; explosiones de risas de vez en cuando, desde aquel rostro rojo, gordo, con ojos perdidos, ojos de animal feliz.

Música borrosa, humo abochornante y las estrellas allá solas en su silencio.

Estoy mareado, estoy lleno de deseos. Ya todos agarraron pareja. Estoy aquí sentado solo viendo como giran los pies al compás de la cumbia raspando el suelo; fijándome como bailan las señoras con su perfección y seriedad. Las cosas no salieron como lo esperaba, no me fue bien, a los demás le fue bien, pero a mí no, estoy aquí solo, lleno de deseos, molesto por lo bien que se la pasan todos.

Sin darme cuenta estoy viendo tus lonjas, como tu apretado vestido rojo separa esas lonjas formando tres, y como cuando te ríes se mueven. Tú estas ahí sentada viendo a tus amigas bailar, son más jóvenes que tú, una te invita a que bailes y tú nada más te ríes, aprietas tu cuerpo, y te mueves un poco sin pararte de tu lugar. Veo tu incomodidad, veo tus ojos y tu soledad, mi reflejo. Estas fingiendo que estas bien, que vean que te estas divirtiendo pero veo tus ojos, y veo tu soledad, que es parecida a la mía. Veo como todos están ocupados siendo, y que sólo tú y yo estamos pensando en cómo nos vemos, queriendo estar ahí entre ellos. Pero estamos aquí sentados, esta no fue nuestra noche. Aunque al menos, está bien, no soy el único solo.

No me gustas, hasta siento que te odio. Yo no quiero ser como tú, de ese tipo, no quiero estar igual que tú; pero la verdad es que soy como tú, somos lo que ellos rechazaron.

Me ves y me levanto, camino de aquí a allá, el último intento, mejor así que estar ahí igual que tú. Tengo el valor del ebrio; pero ya no tengo donde entrar, ya todos están ocupados, la fiesta ya hizo lo suyo, y nosotros, entonces, nos quedamos sin nada. Veo que por fin te sacan a bailar y siento celos, siento que me abandonas. Unas manos secas de señor están tocando tus lonjas, tu cuerpo que yo vi primero. Él ya no ve que estas fea, está bien borracho, te aprieta, no baila, quiere otra cosa, abusa de tu desesperado deseo de ser feliz. Y a ti no te gusta como huele, te recuerda el sabor de anís de tu padre, ya te quieres sentar, tus amigas se burlan y tú te ríes con ellas desesperada sin saber cómo salvarte de esta terrible situación. Con tu amabilidad tímida, llena de ansiedad lo separas, le quitas sus manos de tu cuerpo, no quieres armar un pleito; pero si nadie está viendo cómo defenderte, más bien provocas algunas risas. Acaba la canción, por un segundo él te suelta y te diriges a tu lugar de siempre como arrepentida por haberte parado, vas con  más ganas a tu refugio, él hace el intento de seguirte, te dice algunas palabras extrañas pero tú lo dejas ahí hablando solo en su propia confusión.

Mejor ya me voy para mi casa. Ya se acabó esto, ya no encuentro nada que tomar. El suelo está sucio. Ellos acabaron con todo y yo no he tenido con que vaciar todos mis deseos. Tomo de vasos abandonados, bailo solo, me hago el cínico. Ya mejor me voy para mi casa.

Me asomo para ver qué haces, como para despedirme, y ya no estás ahí, te veo más allá, afuera de la gente, tus amigas están enamoradas no han visto que te has ido, te veo caminando deprisa, como alguien que se escapa, y no quiere ser detenido. Voy tras de ti, a ver qué pasa, caminas muy rápido, el sonido de tus tacones es desesperado, tus vestido apretado hace que tus pasos sean tensos. Estamos ya lejos del sonido de la fiesta, ahora el sonido de tus tacones suena por toda la calle, como si este fuera el verdadero sonido, el real, y no ese que sale de la fiesta. Entramos en otro mundo, el mundo de los carros ignorados, el que llena de tristeza a los perros, acá es donde nos vienen a aventar los humanos, hasta acá nos ahuyentan sus ruidos, aquí, donde la luna da miedo y donde el frío hace que el estómago tiemble.

Estoy nervioso, te grito, te digo amiga, mi corazón se despierta espantado, caminas más rápido, te alcanzo y te abrazo de lado, tu no haces nada, nuestros pies caminan coordinados, vamos acelerados por la inclinación de la bajada, te aviento mi respiración, estas muy seria. Me da miedo lo que hago y te suelto, me quedo un rato viendo tu cabeza y respetándote. Me dices mi nombre, me preguntas si aún me acuerdo de cuando íbamos en la primaria, yo no me acuerdo, dices que ya no hablo, te culpo a ti, aunque no recuerdo quien eres, te prometo que ya te voy a hablar, me dices cosas que no entiendo, recuerdos que no comparto, nombres y apodos, yo te digo que sí, y te digo que ya me des un beso, te aviento mi cara, aplasto tu cachete, el beso está lleno de aire y saliva, desde la fiesta veníamos aguantándonos la respiración, por fin nos desahogamos como dos animales con sed, con ganas de respirar. Aplasto tu cuerpo, tu espalda se raspa con los tabiques de la pared, tu  piel me sabe a perfume de fiesta, todo está oscuro, apenas brilla lo rojo de tu vestido, tiro tu bolso, no soy cuidadoso pero no dices nada, tú no sabes moverte, de vez en cuando abres lo ojos para ver si yo los tengo abiertos, me bajo mi pantalón y me encimo a ti, tu mano no se decide a tocarme, tú quieres seguir con el mismo beso, pero yo quiero más, te da miedo que nos vean, yo ya no veo nada, mi cabeza está pegada a ti, en esa oscuridad que me da tu cuello, donde sólo importa mi deseo, te voy tirando hasta que quedamos en el suelo, entre la tierra, la piel siente el frío del pavimento. Todas nuestras frustraciones, nuestros sueños, la tristeza de la niñez y lo más profundo de nuestra piel se está saliendo esta noche, como una venganza por lo mucho que sufrimos y nadie nos detendrá, es la hora de gritar todo el silencio que hemos guardado.

Ya acabamos, es horrible. Te llevo a tu casa casi como agradecimiento, caminamos, decimos dos o tres palabras incomodas. Llego a mi cuarto, te recuerdo y duermo.

Por eso te embarazaste. Aquí esta nuestro hijo con la boca sucia buscando que agarrar entre el desorden de nuestra mesa, junto a un juguete sin pies. Veo la ignorancia que reflejan sus ojos negros, el accidente que es, esto que salió de aquel grito de desesperación, él no sabe nada de los sufrimientos que lo hicieron venir. Una mosca se va de su pierna cuando se mueve, pero siempre regresa a él, como si le gustara estar ahí en su piel.

Más allá te veo acostada, viendo la tele mientras comes, perdida en lo que ves. Recuerdo cuando te conocí y quiero explicarme por qué llegamos a lo que somos, por qué llegue hasta aquí contigo, fue sin querer, por estar ebrio y solo, no te conozco. Comienzas a sonreír ¿Qué tanto ríes? ¿Que ves en la tele que te da tanta gracia? Tu risa es la misma risa de aquella fiesta, no ha cambiado, no estabas fingiendo, es tu risa que sale desde tu inocencia, limpia, genuina,  que  sólo puede venir de una nobleza inexplicable ¿Qué es esto que estoy sintiendo? ¿Por qué de repente estoy aquí encantado viéndote? Descubriéndote como un ser increíblemente inocente, un ser hermoso que está conmigo, no pienso, no puedo pensar, gracias por tu generosidad, gracias, me dan ganas de irte a abrazar, de decirte muchas cosas, pero no puedo moverme, no quiero moverme, no sé, tal vez esto que siento es lo que dicen que es el amor.


Por Iván Lavín.


martes, 1 de octubre de 2013

El Ateo.

Padre lejano e íntimo, al cual acudía en el último miedo.

Testigo de mi soledad y de mis palabras más secretas.
Voz de mi infancia, grito de mi infancia, sed de mi infancia.
Dios de mi abuela y Dios de mi padre.
Imagen del sufrimiento, sangre de la compasión eterna.
Observador de mis pecados, terror de mis deseos.
°

Al fin se ha muerto la ilusión de tu existencia.
°

Voz imaginaria ya no volveré a hablar contigo.
Ya no lloraré contigo, ni cortaré mi carne para alabarte avergonzado de mí mismo.
Ya no serás mi amigo, ni mi enemigo, has desaparecido.
Ya no estas detrás de mí orejas, gritándome cosas, esperando que confiese lo que has visto.
°

También sé que eras el diablo, que ponías palabras en mi vientre cuando yo las escondía.
Ya te fuiste a jugar en el cerebro de otro niño, y vas a ayudarle con los gritos de sus padres; pero vas a castigarlo en los ecos del baño, en el sudor que guarda debajo de sus sabanas.
°

Que no te aflija el que haya volteado mi espejo contra la pared, donde ahora sólo pueden vivir las arañas.
Por las veces que te dije te amo, fue a ese espejo de mis anhelos.
°

Tal vez regreses en el segundo de mi muerte, tal vez te grite desde mi accidente.
Pero tu entonces lo sabrás más que yo, es la vieja costumbre de mi mente.
Que los ángeles me suelten, que después de mi muerte, ya solo, me dejen en el sagrado silencio.
 Y que todos, tú y yo, estemos ausentes.

Por Iván Lavín



lunes, 24 de junio de 2013

Cuando la nada quiso ser.


Allá en el lejano vacío, antes de Dios, algo se movía; éramos nosotros antes de que tú y yo existiéramos.
Nacimos como nace una risa, inesperadamente esperando lo que no sabíamos que podía surgir de nosotros.
Deseando alcanzar lo que sale de nosotros, que no es nuestro; pero que es lo que somos.

Fuimos el principio de la imperfección.
Es por lo que ahora estamos, por lo que nos separamos, y por lo que nos anhelamos hasta dejar de ser.

Yo en esta existencia no estoy seguro de nada, de absolutamente nada, podría ser este el sueño de un demonio y yo ni siquiera estoy aquí.
Pero algo he sentido más allá de mí… a pesar de mí; es el amor.
El amor. Nuestra única certeza y nuestro mayor misterio.
Cuando recordamos lo que seremos.
Cuando nacemos porque queremos morir.

Amor vivo que respira porque hoy te amo lleno de errores a mitad del camino entre la nada y el todo.
Doy gracias por ir de tu mano.
Hay amantes que se pisan los pies obsesionados por caminar parejo.
Hay que decirles que esto es una danza, una guerra, un juego.
Que los ángeles nos admiran cuando amamos sin pretender ser perfectos.
Que sólo nos callaremos cuando el amor este completo, cuando ya no seamos nada, cuando incluso tú y yo nos olvidemos.

¿Mientras quién le dará vida a la vida si nosotros no nos amamos?
De dónde vendrá el universo sino es del orgasmo de nuestros movimientos.
El jugo de nuestra contradicción.
Porque es cierto que tú me haces el amor como la vida se lo hace a la muerte.
Como la certidumbre se lo hace a la duda.
Como el futuro le hace el amor al pasado.
Como el sonido se lo hace al silencio.
Como la luz entra en la obscuridad.
La verdad seduce a la mentira.
Tú eres semilla, yo soy fruto.
Ni más ni menos, ni mejor ni peor, somos lo mismo en distintos tiempos.
Nos perseguimos y nos rozamos, nos respiramos queriendo ser uno.
Cuando en realidad nunca hemos sido dos.

No hay creador sin creación.
No hay quien dé sino existe quien reciba.
Porque recibir también es dar.
Gracias a ti soy yo, gracias a ti somos nosotros.

Deja que ese hilo invisible que nos une, nos aleje y nos aviente.
Perdámonos, confiemos, volvamos.
Que algún día, tal vez hoy, desaparecerá nuestro amor por algo que nos ha rebasado, por la sustancia, el amor mismo ya sin nombre…al fin, la eternidad.




Para Briseida, un alma hermosa.
Iván Lavín