lunes, 24 de junio de 2013

Cuando la nada quiso ser.


Allá en el lejano vacío, antes de Dios, algo se movía; éramos nosotros antes de que tú y yo existiéramos.
Nacimos como nace una risa, inesperadamente esperando lo que no sabíamos que podía surgir de nosotros.
Deseando alcanzar lo que sale de nosotros, que no es nuestro; pero que es lo que somos.

Fuimos el principio de la imperfección.
Es por lo que ahora estamos, por lo que nos separamos, y por lo que nos anhelamos hasta dejar de ser.

Yo en esta existencia no estoy seguro de nada, de absolutamente nada, podría ser este el sueño de un demonio y yo ni siquiera estoy aquí.
Pero algo he sentido más allá de mí… a pesar de mí; es el amor.
El amor. Nuestra única certeza y nuestro mayor misterio.
Cuando recordamos lo que seremos.
Cuando nacemos porque queremos morir.

Amor vivo que respira porque hoy te amo lleno de errores a mitad del camino entre la nada y el todo.
Doy gracias por ir de tu mano.
Hay amantes que se pisan los pies obsesionados por caminar parejo.
Hay que decirles que esto es una danza, una guerra, un juego.
Que los ángeles nos admiran cuando amamos sin pretender ser perfectos.
Que sólo nos callaremos cuando el amor este completo, cuando ya no seamos nada, cuando incluso tú y yo nos olvidemos.

¿Mientras quién le dará vida a la vida si nosotros no nos amamos?
De dónde vendrá el universo sino es del orgasmo de nuestros movimientos.
El jugo de nuestra contradicción.
Porque es cierto que tú me haces el amor como la vida se lo hace a la muerte.
Como la certidumbre se lo hace a la duda.
Como el futuro le hace el amor al pasado.
Como el sonido se lo hace al silencio.
Como la luz entra en la obscuridad.
La verdad seduce a la mentira.
Tú eres semilla, yo soy fruto.
Ni más ni menos, ni mejor ni peor, somos lo mismo en distintos tiempos.
Nos perseguimos y nos rozamos, nos respiramos queriendo ser uno.
Cuando en realidad nunca hemos sido dos.

No hay creador sin creación.
No hay quien dé sino existe quien reciba.
Porque recibir también es dar.
Gracias a ti soy yo, gracias a ti somos nosotros.

Deja que ese hilo invisible que nos une, nos aleje y nos aviente.
Perdámonos, confiemos, volvamos.
Que algún día, tal vez hoy, desaparecerá nuestro amor por algo que nos ha rebasado, por la sustancia, el amor mismo ya sin nombre…al fin, la eternidad.




Para Briseida, un alma hermosa.
Iván Lavín


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