viernes, 4 de enero de 2019

Hay una luz en el pozo



Somos una misma alma en diferentes cuerpos. Yo vi con tus ojos, yo siento con tu corazón. Tu anhelo y tu amor siguen en mi con la voluntad de un árbol fuerte y oscuro siempre buscando una verdad entre las tinieblas. Sudaron porque quisieron alcanzar ese último secreto. Y todos los dolores que probaron siguen en mi sangre y todas las lunas que vieron siguen alumbrando mi pecho. Y yo espero hallar el amor que nos unirá de nuevo para que al fin la raíz alcance su fruto. Por más profundo que te escondas, no te alejas. Cada paso que doy parte de ti. Soy aquel grito que lanzaste al vacío. Yo quisiera recoger sus esperanzas perdidas padres míos. Lo que creyeron perder no está perdido, no está perdido. Nada muere realmente, renacemos en nuestros hijos. Aquí les guardo su más íntima fe, el más secreto y doloroso de sus deseos. Aun no se ha ido la luz, yo también la veo. Yo también la escucho. Al llegar ahí nos liberaré y nos besaremos en lo que éramos al principio. Pues quien perdona al padre perdona al mundo. Yo, su más lejano aliento. No lo pierdan, aguanten. Que a lejos veo un río y por fin acabará la sed.


- A mi abuelo y a mi padre.

jueves, 10 de noviembre de 2016

El mensajero



Espíritu, yo estoy a tu servicio, disculpa toda ofensa de ponerme sobre ti. Es que mi yo es un pobre que desea enseñarte cual si fueras hijo, cuando en realidad eres padre. He visto así que Dios me tiene pero yo no puedo tenerlo a Él, es cuando me voy y me pierdo y desparezco, que Algo que no es mío acontece, Algo que no puedo hablar, pues de qué sirven las palabras cuando el silencio habla, cuando toda palabra sólo quiebra la eternidad. Si sé que soy sólo el barco que lleva tus noticias a las tierras de los hombres. Vela de tu luz, me has elegido, como el ciego que ve con tus ojos, como el mudo que habla con tu boca, nada hago yo más que recibirte y darte, y no pido recompensa más que la de un simple cartero que ofrece un servicio a los enamorados que se quieren fusionar.  

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Sobrio





He tenido que tirar mi alma para que ustedes bailen con mi cuerpo.
Un  rojo vivo por fuera y un negro muerto por dentro.
Me dejé llevar por esa libertad falsa de los actores.
Bebí las dulzuras de la vida y lloré de emoción las tardes de lluvia.
Fui rey de mi pobreza, les canté a los dioses, y bailé en los infiernos.
Era un enamorado ciego en el sueño de la existencia.
Y todo lo disfruté, de verdad no me arrepiento, pero he  tirar mis abrigos dorados.
Pues me siento como una prostituta que despierta.
Violado por un payaso que me roba los recuerdos.
Pegado al suelo donde se experimenta el terror de vivir.
Y sin embargo, a pesar de mi traición, la vida no me ha traicionado.
Incansable dadivosa, siempre regresa el ave a mi ventana y me despierta al cantar.
Espera hermosa mañana, que me levante y salga sin máscara.
Con la ropa rota y el corazón renacido.                    
El regreso del hijo pródigo a su amada alma donde vivía solo, pero vivo.



Iván Lavín

jueves, 20 de octubre de 2016

El poeta idiota




 


Por la eternidad mira la pared,
el charco y las gallinas.
Respira el amanecer.
Come plantas muertas.
En su ojo vive el universo.
No piensa, no, su cerebro es océano.
No quiere y obtiene, el viento lo agarra y se lo lleva.
Él es todo.
Aunque todos saben todo, él no sabe.
Le quieren educar su corazón pero él ama sin saber.
No mastica, traga.
Se mata diario y revive en cualquier cosa.
Camina sin un zapato, y lame las naranjas que los hombres le arrojan.
Nunca quiso el titulo de humano, ni la jaula de los libres.
Se alimenta de su saliva.
Abre los cofres que  nosotros cerramos.
Y amamanta a Dios cuando los inviernos se aproximan.



Iván Lavín





martes, 30 de agosto de 2016

Estás solo.




Estás solo, completamente solo, padre mío.

Sin una voz de tus hijos, sin la comprensión de tu familia.

Tú, sin comprenderte a ti mismo…

¡Qué difícil encontrar el vinculo, la claridad, el instante afectivo!

 Todo lo que no podemos decirnos bajo el terrible mal entendido.

El silencio de nuestras palabras, y el mismo silencio mañana.

¡Qué tan lejanos! Aquí juntos.

 En la misma casa de mudos queriendo hablar.

¡Qué torpes, qué niños, qué abandonados!

¡Cómo nos guardamos! ¡Cómo nos escondemos!

¡Cómo te dejamos! ¡Cómo nos dejamos!


 Padre mío.







Iván Lavín