Por la eternidad mira la
pared,
el charco y las
gallinas.
Respira el amanecer.
Come plantas muertas.
En su ojo vive el
universo.
No piensa, no, su
cerebro es océano.
No quiere y obtiene, el
viento lo agarra y se lo lleva.
Él es todo.
Aunque todos saben
todo, él no sabe.
Le quieren educar su corazón
pero él ama sin saber.
No mastica, traga.
Se mata diario y revive
en cualquier cosa.
Camina sin un zapato, y
lame las naranjas que los hombres le arrojan.
Nunca quiso el titulo
de humano, ni la jaula de los libres.
Se alimenta de su
saliva.
Abre los cofres que nosotros cerramos.
Y amamanta a Dios
cuando los inviernos se aproximan.
Iván Lavín
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