He tenido que tirar mi alma para que ustedes bailen con mi
cuerpo.
Un rojo vivo por
fuera y un negro muerto por dentro.
Me dejé llevar por esa libertad falsa de los actores.
Bebí las dulzuras de la vida y lloré de emoción las tardes de
lluvia.
Fui rey de mi pobreza, les canté a los dioses, y bailé en
los infiernos.
Era un enamorado ciego en el sueño de la existencia.
Y todo lo disfruté, de verdad no me arrepiento, pero he tirar mis abrigos dorados.
Pues me siento como una prostituta que despierta.
Violado por un payaso que me roba los recuerdos.
Pegado al suelo donde se experimenta el terror de vivir.
Y sin embargo, a pesar de mi traición, la vida no me ha traicionado.
Incansable dadivosa, siempre regresa el ave a mi ventana y
me despierta al cantar.
Espera hermosa mañana, que me levante y salga sin máscara.
Con la ropa rota y el corazón
renacido.
El regreso del hijo pródigo a su amada alma donde vivía solo,
pero vivo.
Iván Lavín
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