Fiesta afuera de la casa de mi
primo, han colocado una lona, se ha cerrado la calle, trajeron sonido, han
llegado todos los de la colonia. Ya son las tres de la mañana, el mantel está
sucio, manchas de mole, las botellas vacías, platos olvidados con pollo frío;
las sillas desordenadas. Ya todos bailan, la gente está gritando sin
entenderse, comienzan a jalonearse y abrasarse; explosiones de risas de vez en
cuando, desde aquel rostro rojo, gordo, con ojos perdidos, ojos de animal
feliz.
Música borrosa, humo abochornante
y las estrellas allá solas en su silencio.
Estoy mareado, estoy lleno de
deseos. Ya todos agarraron pareja. Estoy aquí sentado solo viendo como giran
los pies al compás de la cumbia raspando el suelo; fijándome como bailan las
señoras con su perfección y seriedad. Las cosas no salieron como lo esperaba,
no me fue bien, a los demás le fue bien, pero a mí no, estoy aquí solo, lleno
de deseos, molesto por lo bien que se la pasan todos.
Sin darme cuenta estoy viendo tus
lonjas, como tu apretado vestido rojo separa esas lonjas formando tres, y como
cuando te ríes se mueven. Tú estas ahí sentada viendo a tus amigas bailar, son
más jóvenes que tú, una te invita a que bailes y tú nada más te ríes, aprietas
tu cuerpo, y te mueves un poco sin pararte de tu lugar. Veo tu incomodidad, veo
tus ojos y tu soledad, mi reflejo. Estas fingiendo que estas bien, que vean que
te estas divirtiendo pero veo tus ojos, y veo tu soledad, que es parecida a la mía.
Veo como todos están ocupados siendo, y que sólo tú y yo estamos pensando en
cómo nos vemos, queriendo estar ahí entre ellos. Pero estamos aquí sentados,
esta no fue nuestra noche. Aunque al menos, está bien, no soy el único solo.
No me gustas, hasta siento que te
odio. Yo no quiero ser como tú, de ese tipo, no quiero estar igual que tú; pero
la verdad es que soy como tú, somos lo que ellos rechazaron.
Me ves y me levanto, camino de
aquí a allá, el último intento, mejor así que estar ahí igual que tú. Tengo el
valor del ebrio; pero ya no tengo donde entrar, ya todos están ocupados, la
fiesta ya hizo lo suyo, y nosotros, entonces, nos quedamos sin nada. Veo que
por fin te sacan a bailar y siento celos, siento que me abandonas. Unas manos
secas de señor están tocando tus lonjas, tu cuerpo que yo vi primero. Él ya no
ve que estas fea, está bien borracho, te aprieta, no baila, quiere otra cosa,
abusa de tu desesperado deseo de ser feliz. Y a ti no te gusta como huele, te
recuerda el sabor de anís de tu padre, ya te quieres sentar, tus amigas se
burlan y tú te ríes con ellas desesperada sin saber cómo salvarte de esta
terrible situación. Con tu amabilidad tímida, llena de ansiedad lo separas, le
quitas sus manos de tu cuerpo, no quieres armar un pleito; pero si nadie está
viendo cómo defenderte, más bien provocas algunas risas. Acaba la canción, por
un segundo él te suelta y te diriges a tu lugar de siempre como arrepentida por
haberte parado, vas con más ganas a tu
refugio, él hace el intento de seguirte, te dice algunas palabras extrañas pero
tú lo dejas ahí hablando solo en su propia confusión.
Mejor ya me voy para mi casa. Ya
se acabó esto, ya no encuentro nada que tomar. El suelo está sucio. Ellos
acabaron con todo y yo no he tenido con que vaciar todos mis deseos. Tomo de
vasos abandonados, bailo solo, me hago el cínico. Ya mejor me voy para mi casa.
Me asomo para ver qué haces, como
para despedirme, y ya no estás ahí, te veo más allá, afuera de la gente, tus
amigas están enamoradas no han visto que te has ido, te veo caminando deprisa,
como alguien que se escapa, y no quiere ser detenido. Voy tras de ti, a ver qué
pasa, caminas muy rápido, el sonido de tus tacones es desesperado, tus vestido apretado
hace que tus pasos sean tensos. Estamos ya lejos del sonido de la fiesta, ahora
el sonido de tus tacones suena por toda la calle, como si este fuera el
verdadero sonido, el real, y no ese que sale de la fiesta. Entramos en otro
mundo, el mundo de los carros ignorados, el que llena de tristeza a los perros,
acá es donde nos vienen a aventar los humanos, hasta acá nos ahuyentan sus
ruidos, aquí, donde la luna da miedo y donde el frío hace que el estómago
tiemble.
Estoy nervioso, te grito, te digo
amiga, mi corazón se despierta espantado, caminas más rápido, te alcanzo y te
abrazo de lado, tu no haces nada, nuestros pies caminan coordinados, vamos
acelerados por la inclinación de la bajada, te aviento mi respiración, estas
muy seria. Me da miedo lo que hago y te suelto, me quedo un rato viendo tu
cabeza y respetándote. Me dices mi nombre, me preguntas si aún me acuerdo de cuando
íbamos en la primaria, yo no me acuerdo, dices que ya no hablo, te culpo a ti,
aunque no recuerdo quien eres, te prometo que ya te voy a hablar, me dices
cosas que no entiendo, recuerdos que no comparto, nombres y apodos, yo te digo
que sí, y te digo que ya me des un beso, te aviento mi cara, aplasto tu
cachete, el beso está lleno de aire y saliva, desde la fiesta veníamos
aguantándonos la respiración, por fin nos desahogamos como dos animales con sed,
con ganas de respirar. Aplasto tu cuerpo, tu espalda se raspa con los tabiques
de la pared, tu piel me sabe a perfume
de fiesta, todo está oscuro, apenas brilla lo rojo de tu vestido, tiro tu
bolso, no soy cuidadoso pero no dices nada, tú no sabes moverte, de vez en
cuando abres lo ojos para ver si yo los tengo abiertos, me bajo mi pantalón y
me encimo a ti, tu mano no se decide a tocarme, tú quieres seguir con el mismo
beso, pero yo quiero más, te da miedo que nos vean, yo ya no veo nada, mi
cabeza está pegada a ti, en esa oscuridad que me da tu cuello, donde sólo
importa mi deseo, te voy tirando hasta que quedamos en el suelo, entre la
tierra, la piel siente el frío del pavimento. Todas nuestras frustraciones,
nuestros sueños, la tristeza de la niñez y lo más profundo de nuestra piel se
está saliendo esta noche, como una venganza por lo mucho que sufrimos y nadie
nos detendrá, es la hora de gritar todo el silencio que hemos guardado.
Ya acabamos, es horrible. Te
llevo a tu casa casi como agradecimiento, caminamos, decimos dos o tres
palabras incomodas. Llego a mi cuarto, te recuerdo y duermo.
Por eso te embarazaste. Aquí esta
nuestro hijo con la boca sucia buscando que agarrar entre el desorden de
nuestra mesa, junto a un juguete sin pies. Veo la ignorancia que reflejan sus
ojos negros, el accidente que es, esto que salió de aquel grito de
desesperación, él no sabe nada de los sufrimientos que lo hicieron venir. Una
mosca se va de su pierna cuando se mueve, pero siempre regresa a él, como si le
gustara estar ahí en su piel.
Más allá te veo acostada, viendo
la tele mientras comes, perdida en lo que ves. Recuerdo cuando te conocí y
quiero explicarme por qué llegamos a lo que somos, por qué llegue hasta aquí contigo,
fue sin querer, por estar ebrio y solo, no te conozco. Comienzas a sonreír ¿Qué
tanto ríes? ¿Que ves en la tele que te da tanta gracia? Tu risa es la misma
risa de aquella fiesta, no ha cambiado, no estabas fingiendo, es tu risa que
sale desde tu inocencia, limpia, genuina, que sólo
puede venir de una nobleza inexplicable ¿Qué es esto que estoy sintiendo? ¿Por
qué de repente estoy aquí encantado viéndote? Descubriéndote como un ser increíblemente inocente, un ser hermoso que está conmigo, no pienso, no puedo pensar, gracias
por tu generosidad, gracias, me dan ganas de irte a abrazar, de decirte muchas
cosas, pero no puedo moverme, no quiero moverme, no sé, tal vez esto que siento
es lo que dicen que es el amor.
Por Iván Lavín.
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