jueves, 3 de octubre de 2013

Los Feos.

Fiesta afuera de la casa de mi primo, han colocado una lona, se ha cerrado la calle, trajeron sonido, han llegado todos los de la colonia. Ya son las tres de la mañana, el mantel está sucio, manchas de mole, las botellas vacías, platos olvidados con pollo frío; las sillas desordenadas. Ya todos bailan, la gente está gritando sin entenderse, comienzan a jalonearse y abrasarse; explosiones de risas de vez en cuando, desde aquel rostro rojo, gordo, con ojos perdidos, ojos de animal feliz.

Música borrosa, humo abochornante y las estrellas allá solas en su silencio.

Estoy mareado, estoy lleno de deseos. Ya todos agarraron pareja. Estoy aquí sentado solo viendo como giran los pies al compás de la cumbia raspando el suelo; fijándome como bailan las señoras con su perfección y seriedad. Las cosas no salieron como lo esperaba, no me fue bien, a los demás le fue bien, pero a mí no, estoy aquí solo, lleno de deseos, molesto por lo bien que se la pasan todos.

Sin darme cuenta estoy viendo tus lonjas, como tu apretado vestido rojo separa esas lonjas formando tres, y como cuando te ríes se mueven. Tú estas ahí sentada viendo a tus amigas bailar, son más jóvenes que tú, una te invita a que bailes y tú nada más te ríes, aprietas tu cuerpo, y te mueves un poco sin pararte de tu lugar. Veo tu incomodidad, veo tus ojos y tu soledad, mi reflejo. Estas fingiendo que estas bien, que vean que te estas divirtiendo pero veo tus ojos, y veo tu soledad, que es parecida a la mía. Veo como todos están ocupados siendo, y que sólo tú y yo estamos pensando en cómo nos vemos, queriendo estar ahí entre ellos. Pero estamos aquí sentados, esta no fue nuestra noche. Aunque al menos, está bien, no soy el único solo.

No me gustas, hasta siento que te odio. Yo no quiero ser como tú, de ese tipo, no quiero estar igual que tú; pero la verdad es que soy como tú, somos lo que ellos rechazaron.

Me ves y me levanto, camino de aquí a allá, el último intento, mejor así que estar ahí igual que tú. Tengo el valor del ebrio; pero ya no tengo donde entrar, ya todos están ocupados, la fiesta ya hizo lo suyo, y nosotros, entonces, nos quedamos sin nada. Veo que por fin te sacan a bailar y siento celos, siento que me abandonas. Unas manos secas de señor están tocando tus lonjas, tu cuerpo que yo vi primero. Él ya no ve que estas fea, está bien borracho, te aprieta, no baila, quiere otra cosa, abusa de tu desesperado deseo de ser feliz. Y a ti no te gusta como huele, te recuerda el sabor de anís de tu padre, ya te quieres sentar, tus amigas se burlan y tú te ríes con ellas desesperada sin saber cómo salvarte de esta terrible situación. Con tu amabilidad tímida, llena de ansiedad lo separas, le quitas sus manos de tu cuerpo, no quieres armar un pleito; pero si nadie está viendo cómo defenderte, más bien provocas algunas risas. Acaba la canción, por un segundo él te suelta y te diriges a tu lugar de siempre como arrepentida por haberte parado, vas con  más ganas a tu refugio, él hace el intento de seguirte, te dice algunas palabras extrañas pero tú lo dejas ahí hablando solo en su propia confusión.

Mejor ya me voy para mi casa. Ya se acabó esto, ya no encuentro nada que tomar. El suelo está sucio. Ellos acabaron con todo y yo no he tenido con que vaciar todos mis deseos. Tomo de vasos abandonados, bailo solo, me hago el cínico. Ya mejor me voy para mi casa.

Me asomo para ver qué haces, como para despedirme, y ya no estás ahí, te veo más allá, afuera de la gente, tus amigas están enamoradas no han visto que te has ido, te veo caminando deprisa, como alguien que se escapa, y no quiere ser detenido. Voy tras de ti, a ver qué pasa, caminas muy rápido, el sonido de tus tacones es desesperado, tus vestido apretado hace que tus pasos sean tensos. Estamos ya lejos del sonido de la fiesta, ahora el sonido de tus tacones suena por toda la calle, como si este fuera el verdadero sonido, el real, y no ese que sale de la fiesta. Entramos en otro mundo, el mundo de los carros ignorados, el que llena de tristeza a los perros, acá es donde nos vienen a aventar los humanos, hasta acá nos ahuyentan sus ruidos, aquí, donde la luna da miedo y donde el frío hace que el estómago tiemble.

Estoy nervioso, te grito, te digo amiga, mi corazón se despierta espantado, caminas más rápido, te alcanzo y te abrazo de lado, tu no haces nada, nuestros pies caminan coordinados, vamos acelerados por la inclinación de la bajada, te aviento mi respiración, estas muy seria. Me da miedo lo que hago y te suelto, me quedo un rato viendo tu cabeza y respetándote. Me dices mi nombre, me preguntas si aún me acuerdo de cuando íbamos en la primaria, yo no me acuerdo, dices que ya no hablo, te culpo a ti, aunque no recuerdo quien eres, te prometo que ya te voy a hablar, me dices cosas que no entiendo, recuerdos que no comparto, nombres y apodos, yo te digo que sí, y te digo que ya me des un beso, te aviento mi cara, aplasto tu cachete, el beso está lleno de aire y saliva, desde la fiesta veníamos aguantándonos la respiración, por fin nos desahogamos como dos animales con sed, con ganas de respirar. Aplasto tu cuerpo, tu espalda se raspa con los tabiques de la pared, tu  piel me sabe a perfume de fiesta, todo está oscuro, apenas brilla lo rojo de tu vestido, tiro tu bolso, no soy cuidadoso pero no dices nada, tú no sabes moverte, de vez en cuando abres lo ojos para ver si yo los tengo abiertos, me bajo mi pantalón y me encimo a ti, tu mano no se decide a tocarme, tú quieres seguir con el mismo beso, pero yo quiero más, te da miedo que nos vean, yo ya no veo nada, mi cabeza está pegada a ti, en esa oscuridad que me da tu cuello, donde sólo importa mi deseo, te voy tirando hasta que quedamos en el suelo, entre la tierra, la piel siente el frío del pavimento. Todas nuestras frustraciones, nuestros sueños, la tristeza de la niñez y lo más profundo de nuestra piel se está saliendo esta noche, como una venganza por lo mucho que sufrimos y nadie nos detendrá, es la hora de gritar todo el silencio que hemos guardado.

Ya acabamos, es horrible. Te llevo a tu casa casi como agradecimiento, caminamos, decimos dos o tres palabras incomodas. Llego a mi cuarto, te recuerdo y duermo.

Por eso te embarazaste. Aquí esta nuestro hijo con la boca sucia buscando que agarrar entre el desorden de nuestra mesa, junto a un juguete sin pies. Veo la ignorancia que reflejan sus ojos negros, el accidente que es, esto que salió de aquel grito de desesperación, él no sabe nada de los sufrimientos que lo hicieron venir. Una mosca se va de su pierna cuando se mueve, pero siempre regresa a él, como si le gustara estar ahí en su piel.

Más allá te veo acostada, viendo la tele mientras comes, perdida en lo que ves. Recuerdo cuando te conocí y quiero explicarme por qué llegamos a lo que somos, por qué llegue hasta aquí contigo, fue sin querer, por estar ebrio y solo, no te conozco. Comienzas a sonreír ¿Qué tanto ríes? ¿Que ves en la tele que te da tanta gracia? Tu risa es la misma risa de aquella fiesta, no ha cambiado, no estabas fingiendo, es tu risa que sale desde tu inocencia, limpia, genuina,  que  sólo puede venir de una nobleza inexplicable ¿Qué es esto que estoy sintiendo? ¿Por qué de repente estoy aquí encantado viéndote? Descubriéndote como un ser increíblemente inocente, un ser hermoso que está conmigo, no pienso, no puedo pensar, gracias por tu generosidad, gracias, me dan ganas de irte a abrazar, de decirte muchas cosas, pero no puedo moverme, no quiero moverme, no sé, tal vez esto que siento es lo que dicen que es el amor.


Por Iván Lavín.


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