En un desierto lejano, rodeado de grandes
montañas doradas, existía un pequeño pueblo. Los habitantes
vivían tranquilamente pero ninguno de ellos sabía porqué o para
qué habían llegado ahí.
Algunos amaneceres,
cuando detrás de las montañas salía el sol, un bebé nacía de la
arena y la comunidad se ocupaba de él, arropándolo y cuidándolo, de
esta manera habían llegado todos los habitantes.
Lo único que se sabia de este
misterioso origen, era quien había sido el primero en nacer. Aquel
que tal vez sabia el secreto. El hombre más viejo del pueblo, al que todos
llamaban cariñosamente "Padre Maestro", cuando los habitantes le
preguntaban: "¿Por qué estaban allí? ¿Por qué existían?, él
contestaba sonriendo: "El misterio no es mas que aquel lugar donde ahora
no nos corresponde estar. Lo que si sabes, es que existes, y eso te basta
para estar aquí felizmente”.
Algo que "El Padre Maestro"
les había enseñado a los habitantes, era a festejar acontecimientos y
todo acontecimiento era llamado milagro. Había dos días muy
importantes: cuando salía un bebe de la arena, que era el momento donde
todos recibían y besaban al nuevo ser, y el
otro día, cuando se metía el sol detrás de las
montañas del oeste y uno de los habitantes decidía seguirlo
hipnotizado, entonces todos repetían los actos del "Padre
Maestro", que era el despedirse riendo, todos estaban contentos por
aquel ser, que era llevado por la luz del sol hasta
desparecer detrás de las montañas, "El Padre Maestro"
les había enseñado que era algo natural, que
todos algún día se irían así, por que el sol los
trajo y ahora el sol se los lleva, y con la misma alegría con que
se recibe a los seres es como se deben de despedir.
Así es como ellos se amaban más allá
de la pertenecía, más allá de la costumbre, porque estuvieron
juntos en su momento, y ahora respetaban y obsequiaban su alegría a
este acontecimiento. Una de las principales enseñanza del "Padre
Maestro" era esta: "Confía en tu momento y no desees otro, se te
da sólo lo que necesitas; entonces recibe lo que es, la asombrosa magia del
los regalos que se pierde cuando tu quieres escoger el
obsequio."
Llego entonces el maravilloso
atardecer que "El Padre Maestro" decidió seguir con sus ojos
enamorados del sol, pero esto fue algo inesperado para los
habitantes, pues por alguna razón creyeron que "El Padre
Maestro" siempre estaría ahí para guiarlos, los niños
bailaron, pero los habitantes más grandes sintieron
miedo, creían que se les arrebataba la seguridad de su existir,
se iba su padre y con él las respuestas, "¿Pero qué será de
nosotros?"- preguntaban angustiados,- "¡Nunca
nos dijiste que tu también te irías!”. "El Padre
Maestro" apartó sus ojos de aquel atardecer rojo y dijo estas
ultimas palabras al pueblo: "¿Acaso saben adonde voy? ¿Les importo
yo o sólo lo que les voy a dejar de dar?. Yo ya les di, y sin embargo me
despiden con su egoísmo, ahora su falta de confianza los cegará
hermanos míos".- después recobró su sonrisa
y siguió su luz ya sin mirar atrás.
Llego la noche, y esta vez el pueblo sintió la
oscuridad, confundidos se miraban unos a otros, con ojos tristes se consolaban,
los niños abandonaron su felicidad e imitaron el dolor de los
mayores, entonces los habitantes llamaron a esto "perdida", y crearon
la idea del abandono, olvidaron las enseñanzas del "Padre Maestro",
olvidaron los que recibieron por aferrarse al dador.
Fue así como el pueblo asocio
esta ida con el sol como algo malo, y la noche como un
dolor silencioso, después, todo esto fue conocido
como "muerte".
El vació que sintieron provocó
que entre ellos quisieran adueñarse uno del
otro, después sentían que cada uno perdía algo, y en
esta pertenecía se crearon familias y colonias, y el bebe
que nacía de la arena ya tenia dueña, tenia que ser de una sola mujer
y este bebe sólo seria hijo de ella. Ahora los que se iban con el sol,
lo hacían contra su voluntad, la luz parecía fuego,
las despedidas estaban llenas de llanto, se arrastraban los
familiares y jalaban al ser que se iba llorando, pero nadie, absolutamente nadie, podía hacer
nada contra la voluntad del sol.
Y así pasaron varios años, en el
que pueblo creció, porque muchos eran los que
se resistían a mirar el sol por miedo a seguirlo, pero a todos finalmente les
llegaba su hora, y cuando un familiar se metía con otra familia, o
una colonia quería adueñarse de otra, se atrapaba a los enemigos y se les
forzadas a irse con el atardecer, esto era lo que llamaban
"asesinato".
En este pueblo ciego, donde las montañas
las veían grises y sin embargo aun eran doradas, los niños
llegaban del sol con cierta frescura, con la arena dorada entre sus ojos,
entre su piel, su alegría y su voz tenían el mismo aire de
aquel lejano "Padre Maestro", ellos eran los que más se acercaban a
las montañas y jugaban entre ellas.
Fue un día, cuando un niño solitario
pateo su pelota con tal fuerza que se perdió entre las montañas,
rumbo al oeste y cuando estaba apunto de atardecer. El niño sin
poner atención hacia donde se dirigía, fue a buscarla con esa
energía que demuestra el que quiere seguir jugando,
corriendo por todas partes, sin darse cuenta, ya estaba muy arriba
de las montañas, donde el aire parecía de oro. El niño no miraba el
sol, pero descubrió lo que este alumbraba, quedo fascinado,
su rostro se ilumino y suspirando levemente dijo: "Esto somos
nosotros". Para el pueblo el sol se metía pero para este lado de
las montañas el sol era lo que salía.
La inocencia que poseía le permitió regresar de aquel lugar de donde nadie
regresaba, ahora sabia, que no había razón para temer o
sufrir cuando los seres se iban, pues esto era parte de la misma naturaleza de
esos seres, ellos podrían imaginar miles de miedos, pero los miedos nunca
podrán cambiar la voluntad de la naturaleza que los protegió antes, y
los protegerá después, y así es como regresaban a esa
confianza, la misma confianza que los hizo nacer.
Una vez que el sol penetro en esa
inmensidad el niño se dio cuenta que ya era de noche y la noche
le pareció un silencio divino. Regreso a su pueblo comprendiendo que
era el momento de estar ahí, porque en ese estar se sintió parte de
lo eterno.
Al siguiente atardecer otro
habitante fue llevado por el sol, y se volvió a repetir
el espectáculo del sufrimiento, pero el niño ya limpio de los ojos,
le pareció esto un circo cómico, un ser que era retenido de su propia
naturaleza, un miedo inventado que se resistía a un destino divino,
al niño le parecía absurdo que los demás se aferraran en
detener la energía de la propia existencia, haciendo así de
este milagro hermoso algo penoso. Se comenzaron a mezclar extrañas
contrariedades de sentimientos, por un lado las risas del niño y por el
otro, el llanto de los familiares, la risa era tan limpia y contagiosa, que
muchos sonrieron, los demás niños rieron con su amigo y el llanto de
los familiares se tornaba así más ridículo, quedaron totalmente
ofendidos, pues para ellos esto era algo muy serio. Al final como
todos sabían que sucedería, el ser se fue con el
sol, después los familiares se dirigieron al niño con
la intención de reclamarle, pero este antes les digo: "¿Por qué
no celebraron lo inevitable? ¿Por qué de lo que no saben, hacen algo
desagradable?, han hecho del sol un enemigo, cuando gracias a él
estamos aquí, ustedes piensan que el sol quita, cuando en realidad
siempre esta dando, este momento sagrado es para amar y reír, pues bien lo
saben ustedes que así quisiéramos irnos todos". Los
familiares se fueron en silencio y sin poder curar su tristeza, entonces el
niño comprendió que lo mejor era no intervenir en el sufrimiento
ajeno, ya que un ciego ve con luz y no con palabras. Entonces él, como aquel
"Padre Maestro" seria un ejemplo y por su parte estaría riendo
sin molestar a nadie, recibiendo con alergia al sol y a los hombres,
con ganas de contagiar su felicidad, para que todos partan con la gloria de una
existencia digna.
Ahora cuando los habitantes se van
entre las montañas y el sol, después de los llantos y el
miedo, ya al estar solos caminando, ven por ahí que se
asoma un niño riendo, e inmediatamente se tranquilizan y sonríen
al verlo, pues presienten que ese niño sabe el secreto del lugar al cual
se están dirigiendo.
FIN
Iván Lavín
12/ Oct / 2012