jueves, 13 de febrero de 2014

Oración a Los Nadie


Por aquellos de los que no se habla, y  son ahora el silencio de las casas al estar solas.

Por aquellas lapidas que han sido tiradas y después borradas por la indiferencia total de la tierra.

Por aquellos que han sido olvidados incluso de los recuerdos de las familias.

Por aquellos rostros  que se perdieron en la infinitud de los hombres y que no volverán a surgir jamás.

Porque no volverán a ser vistos ni recordados, y  se extinguirán hasta de la lejana memoria de Dios.

Porque son como si no hubieran existido… ya sus retratos y fotografías los destruyó el aire dejando el polvo que sueltan los muebles, flotando entre los rayos del sol.


Por aquel hombre simple, que comió y bebió lo necesario para poder morir y ser lo mismo que su siembra.

Por aquella mujer que vivió con la misma modestia de sus vacas para poder morir un día martes callada entre sus sabanas.

Por aquellos que amaron sencillamente aquello que encontraron, sin gritarlo al mundo, sin hacer un escándalo especial de su amor.

Por los que no llegaron a nacer porque alguien quiso  absolverles de la misteriosa existencia.

Por los anónimos, los poetas y los profetas que le hablaron al mundo en silencio como le habla la naturaleza al hombre.

Por los genios que fueron ignorados y se fueron perdiendo por el ciego y delicado accidente del azar.

Crearon como crea un dios: sin nombre y sin reconocimientos. Dando sin orgullo y sin dolor como el árbol que deja a sus hojas caer.

Sus milagros fueron invisibles, sus hermosas palabras, las más sublimes, sólo las escuchó un hermano, un amigo, y después nadie.

Por aquellos hombres que estaban destinados a cambiar el mundo pero prefirieron antes cambiar su corazón.

Bendita la humildad de no querer dejar huella, de no querer ser para siempre como aquella arrogancia con la que se pintan las tiendas.


Son más los olvidados, los recordados son sólo unos cuantos que quiere nuestra vanidad y nuestro dolor.


Bienaventurados los que no quisieron ser algo porque de ellos es el secreto de la eternidad.

Bienaventurados porque conocen la naturaleza de las hojas secas, aceptan su sabiduría, su dignidad y humildad, que es la verdad.

Benditos los que se convirtieron en nada porque ahora son el idioma de la noche y de las montañas.

Benditos, porque han sido liberados de las memorias deformadas de los hombres tristes.

No hay voces que los perjure ni alabanzas que los cambie.

Bendito es convertirse en esa indiferencia que inspiran las plantas y las rocas.

Bendito ser nada y como antes de nacer, como antes de todo.

Nadie, ni en la imaginación de nuestra madre, nadie, ni en el recuerdo de nuestros hijos.

Benditos, porque se perdieron, como se perderán estas palabras para alcanzarlos en su ausencia y ser el eco de su olvido.


Hermanos, hijos de la nada, prometo olvidarlos siempre y ser olvidado con ustedes.

Seremos parte del mismo reino de las cosas, de ese vacío que hay en las cosas y de la vida que surge en todas partes como en los patios que se abandonan.

Que esta oración no perturbe su paz sino que les arrulle y les duerma en su quietud.

Y entonces sea sólo el silencio único testimonio de lo que fueron y único  visionario de lo que estamos destinados a ser.



Por Iván Lavín

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