El sacrificio de Isaac
No penséis que vine a traer paz sobre la tierra; no vine a traer paz sino espada;
- porque vine a separar al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y la nuera contra su suegra.
- Y los enemigos del hombre serán los de su casa.
(San Mateo, cap. X, v. 34, 35 y 36).
Podría pensarse que él tuvo una revelación, él mismo no supo claramente cómo llegó a este estado, lo que sí sabía es que él lo buscó, buscó algo en lo profundo de su ser y encontró esto. Fue un descubrimiento, algo que siempre estuvo ahí pero sólo hasta ese momento se dio cuenta, meditó y reflexionó mucho, abrió los ojos y de pronto se asustó por que sintió a Dios.
Santiago es el hombre del que hablamos, acababa de cumplir 30 años en noviembre, fue también en este mes cuando aconteció su gran descubrimiento, descubrimiento muy personal en forma de secreto. Por eso usted lector no sabrá exactamente lo que Dios le dijo a Santiago, es algo sólo entre ellos dos, nosotros sólo podremos ser testigos desde afuera imaginando las reacciones de este hombre que tal vez a nuestros ojos sean las mismas que las de un “loco”.
Los que conocían a Santiago lo consideraban una persona confiable, de carácter triste pero muy estable y nada impulsivo. Era pianista, los problemas que tuvo con esta profesión se acababan y empezaba a ser reconocido, por fin su sueño se estaba cumpliendo, también estaba a punto de casarse con una hermosa cantante. En estos momentos tan felices de su vida parecía innecesario buscar a Dios, pero hay personas como Santiago que están tan acostumbradas a la mala suerte que cuando les empieza a ir bien se sienten algo extrañas y a veces pareciera que buscan un pretexto para sufrir. Fue entonces cuando Santiago empezó a indagar en pensamientos existenciales, cuestiones que parecían no venir al caso y en las cuales hace mucho no pensaba. Agnóstico desde temprana juventud había olvidado por completo a Dios, pero de repente sin saber por qué extrañamente comenzaba a pensar en Él y en el sentido de la existencia.
En medio de sus pensamientos circulares, bastó un segundo para caer en un lugar profundo y desconocido, estaba solo en su habitación cuando sintió esta primera y horrible sensación, como un zumbido entró a sus oídos la fuerza de Dios, no un Dios bueno o malo sino uno sublime, tan fuerte como incomprensible. Si en esos momentos alguien hubiera observado a Santiago seguramente no hubiera notado en lo más mínimo lo que le pasaba, pues todo fue totalmente interno. Lo más angustiante era que ya no había más dudas, tenía la seguridad irrefutable de que el Dios verdadero lo había tocado. Existía un diálogo callado e íntimo, en el que Santiago se preguntaba y él mismo se respondía, todo por medio de Dios.
¿Por qué planteamos como horrible el ver a Dios cuando debería ser todo lo contrario? Precisamente por que Santiago adquirió una responsabilidad nada fácil, algo le fue mandado a hacer, sintió que de su existencia no había hecho nada, sintió vergüenza y ahora tendría que dedicar su vida entera exclusivamente a Dios y para lograr ésto, según él, era necesario renunciar a lo que más amaba. Sin embargo no podemos asegurar que ésto fue del todo horrible para él.
A partir de ese hecho las personas que lo frecuentaban notaron un cambio extraño en él, algunos aseguraban que incluso lo veian más tranquilo, con una gran paz, sus padres lo notaron más pensativo pero mucho más amable con ellos. Demasiada tolerancia con los demás y una indiferencia en actividades que para todos eran importantes.
Lo primero que hizo fue cancelar sus próximos conciertos, algo increíble que sorprendió a todos y le trajo problemas inimaginables, eran conciertos importantísimos para su carrera, jamás volvió a tocar su piano. Cuando la gente lo cuestionaba por sus extremas decisiones él les respondía con una sonrisa y se apartaba de ellos para evitar conflicto. Era imposible creer que aquel hombre que tanto amaba su música ahora renunciaba a ella sin ninguna razón clara.
De sus seres queridos Santiago se despidió en silencio, uno por uno y sin decirles adiós, sólo compartiendo palabras comunes, gestos, caricias. Todos sospechaban algo pero nadie se atrevía a decirlo. Este ritual de despedida lo hizo considerablemente rápido ya que tenía miedo de flaquear en su voluntad.
Despedirse de su prometida era lo que más temía, la veía con ojos de ternura y con cierta vergüenza por que sabía lo que ella iba a sufrir, y eso era lo que más le dolía. Ella presentía algo de esto y ya sentía una tristeza. Santiago decidió hacer el amor con ella por última vez y en esto no pensó mucho pues tenía miedo de que dentro de sus pensamientos Dios entrara para prohibírselo. Con dignidad humana rápidamente resolvió despedirse de esta forma, puesto que era amor después de todo.
No es posible creer que Dios niegue al amor y Santiago al principio estaba convencido de esto, ya que pensaba que por gracia de Dios amaba, y con tanta fuerza como él nunca hubiera imaginado lograr hacerlo, amaba todo, pero sobre todas las cosas amaba más a Dios y con obediencia confiaba en ÉL . Santiago dejó escrito en un papel: “amor y temor se mezclan en mi alma”.
Su prometida hablaba de los planes de boda y él con dolor la escuchaba, él deseaba comunicarle todo acerca de la tormenta que pasaba por su alma de alguna manera buscando en ella una salvadora, pero le fue imposible hablar, sólo la besaba y ella no entendía estas reacciones. Cuando llegó el momento de hacer el amor había mucho nervosismo por parte de Santiago, era como si supiera que al día siguiente iba a morir y el amor carnal se resistiera a la muerte, mientras lo hacían lloraban juntos con sufrimiento de almas gemelas. Ella sintió esto en forma de despedida. Santiago pensó que Dios los había unido para separarlos después, no podía comprenderlo y fue en estos momentos cuando estaba a punto de rebelarse contra Dios pero resintió, y con temblor en sus manos y fuerza en su corazón prefirió separarse de ella y de todo lo que podría atarlo, le rogó que durmiera, la contempló, le pidió perdón, se vistió rápidamente y salió de su casa.
Ya es madrugada, Santiago camina con torpes pasos por la calle, como perturbado, fácilmente se le puede confundir con un borracho, parece que va con los ojos cerrados, hace 3 horas que salió de su casa y el frio parece no importarle, llega hasta la carretera y camina por la orilla, algunos carros tocan el claxon, decide meterse entre los obscuros árboles y se pierde entre ellos. Lo perdemos.
Qué podemos pensar de este hombre, tal vez sólo se trata de un simple fanático o de alguien que lleva una contradicción muy grande sobre sus hombros. Difícil será para un hombre de esta especie vivir en nuestros tiempos, ¿Cuál será su plan y su destino? ¿Tenemos derecho a juzgarlo? ¿Cuál es el secreto que lo obliga a abandonar su vida? Es algo que no nos atreveremos a responder en este relato.
Fin
Ivan Lavin
No hay comentarios:
Publicar un comentario